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miércoles, 10 de febrero de 2010

Los fantasmas


La noche empieza y el cansancio del día que termina pesa como lápida sobre la espalda, se acumula sobre ella la necesidad y la carencia, los anhelos y las desilusiones, Los sueños muertos reviven y los que aun viven desfallecen de desesperanza, un desfile de fantasmas se presenta ante mí, son mis errores y mis proyectos, la fe perdida y mis convicciones.


Y me estremezco de desconsuelo.


Los fantasmas, me gritan cosas que yo no entiendo, me hostigan, me hacen reclamos, e intento no hacerles caso, ignorarlos de plano, pero insisten, me acorralan, la habitación ante esto se encoje y el aire se vuelve irrespirable.


Tomo la calle en franca huida, tratando en vano de estar a solas y descansar, pero ese ejercito de sombras pálidas y transparentes no parecen claudicar, la noche en calma es como un velo que me ha ocultado de los demás, y sin embargo sigo mi huida del tumulto de susurros que no logro descifrar, punzantes voces que taladran mis oídos, con voz imperativa me gritan cosas, cosas confusas y desespero, esfuerzo inútil de razonar. Camino calles oscuras, calles pobladas de soledad, y entre la luz ocre de la ciudad tenues siluetas se dibujan cruzando como breve aparición en la grieta de la sepia claridad, pero sus rostros, esos rostros, con espanto tatuado, espanto de caer en el abismo, la mirada hostil y el movimiento huraño, ahora los observo y me doy cuenta que son iguales a mis fantasmas, son también ellos un reclamo, una punzante advertencia, una realidad grotesca que me acecha en las esquinas, en los rincones, y por más que quiero evadir su presencia lacerante, no lo logro, me siento solo, amenazado, observado con desprecio, seres tristes sin mañana sin pasado sin presente, sombras, siluetas, espacios vacios en el arroyo de concreto. Así camino calles arriba, calles abajo, calles y calles, buscando ávido el cansancio, aquel que me pueda transportar al estado inconsciente que repara los laberintos neuronales, y al fin exhausto de huir, la lápida me vence, así es que cuando logro pescar el sueño, regreso a mi habitación ahora baldía, los fantasmas ya no están, se han ido, apenas y los puedo recordar, tiro mi cuerpo sobre la cama, cierro los ojos pero otro día ya ha empezado a despertar.



Eduardo Lemus

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