¿Quién?
¿De que color es el cristal tras el que miras?
¿Tu cristal
está limpio? ¿o turbio?
¿Lo
enturbiaste tú? ¿o te lo enturbiaron?
¿Es tu
cristal?
Pasamos de
los 80s a los 90s aun con poca experiencia, casi en todo, metidos en un par de
botas, con el horizonte en la mirada, queriendo cambiar el mundo.
escuchábamos
ruido, literalmente ruido. Nuestro ruido de combate.
Vivimos la
era del post, no los posts de hoy en redes sociales, el post del después de,
como, por ejemplo, el postpunk -que nunca ha existido, porque el punk vive-.
Nos tocó analizar el postfordismo, aprender el postkeynesianismo, y navegar
montados en el postestructuralismo -que aún me identifica-.
Caminamos
los caminos del autonomismo, acompañamos el surgimiento del EZLN, el veganismo
consciente, los tiempos incipientes del Frente de Liberación Animal, el
activismo de Comida No Bombas, el nacimiento del Black Block y el feminismo
radikal.
Participamos
en asambleas, contingentes, proyectos, colaboramos con otras agrupaciones,
colectivos y organizaciones afines.
Trabajamos
por la liberación de los presos políticos y apoyamos las causas de las minorías
-como nosotros-.
El
antagonismo, el apoyo mutuo y la acción directa fueron nuestros sellos de
identidad, recorrimos las calles escupiendo consignas, tomamos instituciones,
bloqueamos trasnacionales y rayamos propiedades gubernamentales.
Tuvimos el
privilegio de ser vigilados en la puerta de nuestras casas, por vigilantes
oficiales.
Fuimos y
somos ANTIFASCISTAS, ANTIRACISTAS, ANTIAUTORITARIOS.
Nuestros
sueños, los vivimos a ritmo de punk, OI!, hardcore, trova, grindcore, crust,
folk y ska.
De eso
aprendimos, y eso nos enseñó a vivir con dignidad.
Quien, sin
haberlo vivido, puede venir a decirnos, ¿Qué fue y qué no fue? ¿Qué es mentira
y qué es verdad? ¿Quién es el bueno y quién el malo? ¿Qué escuchar o qué no
escuchar? ¿Qué es una mierda y qué no lo es?
¿Quién
puede venir a contarnos, una historia que no vivió?
¿Quién
puede desmitificar qué?
¿Quién
puede contarle la historia a quién?
¿QUIÉN?
Lo nuestro no fue sólo ruido.
Eduardo Lemus