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martes, 22 de octubre de 2019

Ana Arauz: Avanzando a través de la tinta



Fue en su adolescencia cuando por primera vez conoció una máquina para tatuar, su barrio, por el rumbo del estadio Jalisco, fue su primer lugar de experimentación.

Desde su infancia cultivó el gusto por el dibujo y las artes gráficas sin embargo, el ambiente en el que se vió inmersa, no fue él más propicio para poder desarrollar de la forma más adecuada su talento; el ambiente de las pandillas y las drogas que la rodeaban, fue el que la vió crecer, en el que a pesar de ser adverso, hizo buenas amistades, las cuales a su vez, en ciertos casos la empujaron hacia un destino mejor.

Se vió envuelta en el mundo de las drogas al grado de desarrollar dependencia a las mismas. Finalmente por decisión de su madre y debido a la necesidad de alejarla de ese ambiente, tuvo que emigrar.

Ana Arauz inició su vida laboral en el ramo restaurantero, como lava-loza. Paralelamente a esto y ya desde la secundaria, había empezado a experimentar con el tatuaje, en su persona. Posteriormente incursionó en la elaboración directa de los mismos, transfiriendo su gusto por el dibujo, a la piel humana, sus primeros lienzos fueron los amigos, la misma banda, “la raza más pirata del barrio” –como ella dice-, con una maquina hechiza prestada, de las llamadas “penaleras”, iniciando así un camino que a la postre la conduciría a desarrollar su vocación.

Ana, platica con nostalgia, cómo un amigo “José Gallegos” le pidió que lo tatuara, pero ella, por no contar con el equipo adecuado, se negó, por tratarse de un buen amigo y por considerarlo un trabajo que requería mayor compromiso –no como aquellos que le pagaban con caguamas y toques-. Un buen día, su amigo le pidió que lo acompañara a un estudio de tatuajes en donde además vendían el equipo necesario para realizar el trabajo -equipo profesional-. Ella acudió con la esperanza de poder ver trabajar a algún tatuador profesional, pero se llevó una gran sorpresa cuando él, José, le pidió que eligiera el kit adecuado, porque quería que ella lo tatuara. Esa confianza y la gran amistad demostrada en ese acto, fue el hecho que gatilló su carrera formal dentro del mundo del tatuaje profesional.

Durante algún tiempo trabajó en un estudio en el centro de la ciudad a cargo de “Don Guello” Aurelio García, un tatuador añejo reconocido nacional e internacionalmente, a quien considera su único maestro real en este oficio, ya que hasta entonces todo lo había hecho de manera empírica y autodidacta. Esta persona, fabricaba sus propias máquinas y tintas. Es un decano del tatuaje en Guadalajara, de esos formados en la vieja escuela, la de la vida cotidiana y el barrio. 

Gracias a su trabajo, Ana ha tenido oportunidad de viajar a otros estados como Nayarit y Puebla demostrando lo que sabe hacer.

Durante algún tiempo, se asoció con un amigo junto al cual formaron un colectivo con personas dedicadas a otros giros y mantuvieron una casa en donde se ofrecían diferentes servicios, entre ellos el tatuaje. Éste proyecto finalmente no prosperó.

Arauz, además de su trabajo en el medio del tatuaje, también ha incursionado en la pintura y el graffiti, siempre plasmando las ideas que le han hecho caminar, avanzar y superar la adversidad.

Actualmente tiene un objetivo definido: “hacer cada día el mejor tatuaje que nunca antes haya hecho”, “mejor que el del día anterior” como ella dice; buscando su constante evolución en un esfuerzo constante de esmerada paciencia y tenacidad. Ha participado en diversas exposiciones y ferias de tatuaje, dando con esto mayor reconocimiento a su obra.
Entre sus planes está montar su propio estudio, en donde se ofrezca una amplia variedad de estilos en conjunto con otros tatuadores.

Ana Arauz es un vivo ejemplo de voluntad y coraje, factores que apoyados por personas de buena voluntad que aparecieron en el momento adecuado en su camino, le han hecho sobresalir  con profesionalidad en un medio muy competido y dominado por hombres.
Para finalizar, ella recomienda a las personas que buscan hacerse un tatuaje, sobretodo a quienes lo hacen por moda, que revisen el portafolio del tatuador y su calidad en todos los aspectos, ya que existe mucho charlatán y hoy en día cualquiera puede hacerse del equipo suficiente, pudiendo poner en riesgo a quien contrata su trabajo, en muchos casos irreversibles.

Esta es Ana Arauz, tatuadora tapatía, que surgió del barrio a la posteridad, sorteando los vaivenes de la vida y el entorno que a veces incita a recaer.


Eduardo Lemus
Publicado en "En Veces"
20 de noviembre 2017

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