Violencia
La violencia, en el discurso oficial y dentro del marco de lo políticamente correcto, es de común, señalada como negativa, como un lastre a combatir.
Se nos inculca desde el sistema educativo, religioso
y familiar, que la violencia es negativa, que no lleva a nada, que la violencia
engendra más violencia, que ésta es la falta de argumentos, el recurso de la
ignorancia.
Sin embargo.
La violencia la vivimos, la padecemos y la
practicamos de muchas maneras en el día a día, y a pesar de eso, es negada como
principio fundamental de nuestro comportamiento, ya sea como dominado o
dominador.
Desde el núcleo familiar, la violencia es
condicionante para la conservación de la estructura jerárquica, que por
tradición ha sido reproducido por generaciones como la mejor forma de cohesión.
A lo largo del proceso educativo, en las
escuelas y desde las instituciones, La violencia es honrada y mitificada como
fuente de orgullo y gloria, como generadora de patria, pertenencia e identidad
nacional, que a su vez, es dador de dignidad y fuente de lealtad para con el
conjunto de la sociedad.
Es decir, el discurso es opuesto a los actos
oficialmente aceptados, ya que, mientras se emiten declaraciones en contra,
condenas oficiales y largos discursos opuestos a la violencia ciudadana, criminalizando
su uso y proliferación, paralelamente existen los festejos conmemorativos de
los actos violentos que llevaron a la gloria de la nación, además del aplauso
cotidiano hacia los actos represivos llevados a cabo por el estado, con el fin,
se dice, de salvaguardar la seguridad del ciudadano.
Estamos desde que nacemos, a dos fuegos, en
medio de una contradicción ética del discurso vs la acción.
La violencia ha sido a lo largo de la
historia, el vehículo, mediante el cual se han consolidado las grandes
religiones y los estados, no solo aquellos con ambiciones imperiales, sino
todos y cada uno de los que han existido.
Nuestra civilización pues, está construida
sobre la violencia, ya que ha sido por medio de la violencia, que el hombre ha
conquistado, colonizado, impuesto y desarrollado las sociedades llamadas “civilizadas”.
La civilización y con ella la religión viajo
de un continente a otro, llevando consigo violencia, sin la cual, no habría
sido posible la conquista de los pueblos descubiertos, ni la imposición de sus
costumbres “civilizadas”.
La tradición judeo-cristiana, con toda su
retorica de amor al prójimo y caridad hacia los semejantes, descansa teórica y
prácticamente, sobre el genocidio, en la biblia encontramos, pueblos enteros
arrasados por un Dios inmisericorde, sin distingo de niños, mujeres y ansíanos,
además de su ganado, destrucción causada ésta, por su propia mano o a manos de
un pueblo hebreo obediente a un mandato divino.
Encontramos también, que la relación entre
naciones está condicionada por la capacidad de violencia con que cuentan, por
su poderío armamentista.
Las invasiones, ocupaciones, ataques y amenazas
belicosas, se ejercen en su totalidad sobre aquellas naciones que cuentan con
los menores recursos armamentistas, mientras las constantes violaciones de los
derechos humanos y atrocidades cometidas por naciones poderosas, difícilmente
encontraran oposición, señalamientos y acciones decididas, encaminadas a su
impedimento.
Y curiosamente hoy, la violencia es ejercida
en algunos casos, por las victimas de ayer, transfiriendo sistemáticamente, la
responsabilidad de dicha violencia a las nuevas víctimas.
La violencia reactiva economías y construye
imperios, y en muchas ocasiones es llamada ayuda humanitaria.
El ejercicio del poder descansa sobre la
capacidad de violentar, y su legitimación se basa en su adjudicación monopólica
del derecho a usarla.
El estado es el poseedor único y legítimo
depositario de la violencia legal, el orden se garantiza bajo la amenaza de
violencia, toda aquella acción o iniciativa percibida como peligrosa para el
poder constituido, es reprimida por medio de la violencia, y permite al
detentador del aparato de estado, garantizar el funcionamiento puntual de la
maquinaria a su servicio, permitiéndole mantener el sistema político vigente y
garantizar sus privilegios.
A la violencia ejercida por el débil, por el
dominado, se le criminaliza y convierte ante la opinión pública, en la
verdadera amenaza para la seguridad de todos, a la fuerza utilizada desde abajo
se llama “métodos violentos”, sin embargo a la utilización de la violencia por
parte del estado, se llama “uso de la fuerza” y es de hecho, el ejercicio de la
ley.
Fuera del debate, de sí, la violencia es
innata o adquirida, la realidad nos muestra, que es la forma más común, y
práctica de subsistir, de avanzar, de sobresalir, de triunfar y nuestra manera
cotidiana de interrelación, el pan de cada día en los medios y el acontecer.
Dentro del sistema en que hemos sido formados,
aprendemos desde nuestros primeros años, que las cosas y el orden social funcionan
en base y bajo la amenaza de violencia, una estructura de poder cualquiera hace
valer su derecho a ejercer y utilizar como método disuasorio la violencia, y
bajo la amenaza explicita o no de utilizarla, mantiene el orden establecido.
La violencia se nos ha inculcado como el método
más práctico, mediante el cual, se puede sobresalir y trascender de entre la vorágine que genera la falta de
recursos y oportunidades y se convierte en el vehículo al alcance, para
transitar del estado de dominado al de dominador, y quién podría realmente,
negar que ésta es la concepción que se nos ha inculcado a lo largo de la vida y
mediante la cotidianidad, desde las instituciones, los medios y la mitología
social, que nos adoctrinan en el culto al triunfador “violento”, a la falta de
escrúpulos, a la agresividad a la obtención de poder en cualquiera de sus
formas.
La realidad, la cotidianidad y las
contradicciones entre dicho y hecho, son las formadoras de los nuevos cuadros
violentos, que harán funcionar la maquinaria a perpetuidad, militantes
incondicionales dentro de la infraestructura de la violencia imperante.
Así es
que, a todos los niveles, los mecanismos de la violencia, forman parte integral
del tejido social y cultural en que vivimos.
¿Para quién es mala? ¿Para quién es buena la
violencia?
Eduardo Lemus
Publicado en TRES FLECHAS (RASH GDL) en Abril de 2012