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domingo, 15 de diciembre de 2024

La quinceañera redonda

 


Tripas de gato, de Sergio Fong, fue el primer título que editara allá por 2009, una recién parida Rueda Cartonera.

Cuentan que La Rueda fue producto de un trío, que por aquel tiempo caminaban juntos, recorriendo los caminos en donde las opciones a veces surgen, como flores de colores a los lados de la brecha desolada de las contraculturas urbanas.

Fernando, Lorena y Sergio son los padres de esta circular criatura, a quien, aprendieron a enseñar, a rodar solita, tarea no simple, ni siquiera para un aro, ya que, para poder mantenerse en pie, una rueda necesita un eje, un eje lo suficientemente estable, sólido, inquebrantable, del cual, la rueda se pueda sujetar.

Esta ruedita aún pequeña, poco a poco fue marcando su propio rastro, con títulos como Veneno, de Adriana Leal, Polvo y Animal, de Enoé Eréndira, De La Tristeza y Otros Viajes, de Samuel M. Barba e incluso un cancionero de León Chávez Texeiro.

La Rueda Cartonera es parte de un movimiento, que ve sus primeras luces en el 2002, surgido tras la crisis de 2001 en Argentina, como alternativa marginal para quienes escribían y no tenían cabida en las editoriales convencionales, las cuales, además de elitistas, habían reducido su actividad, debido a la crisis.

Con tapas de cartón pintadas de manera única e irrepetible y fotocopias, cosidos a mano, los libros cartoneros montan frente a un mercado editorial mainstream, mercantil, anquilosado e inasequible para grandes sectores de la población, quienes no tienen acceso a la lectura, debido a los altos costos del libro tradicional.

Y el cartón reciclado, obtenido directamente de los recolectores callejeros, es lo que le da nombre al movimiento.

Con el tiempo, el trío fundador de la editorial se fue dispersando, quedando, como todo loco, solo Sergio, a quien, a lo aferrado, nadie le gana. Y es este, el eje que ha sostenido esa rueda.

Sergio Fong es ya un personaje mítico en la capital jalisciense, en donde a lo largo de una vida ha creado y colaborado en una diversidad de proyectos culturales, y contraculturales desde el barrio y el asfalto.

Fue integrante del BUSH (Bandas Unidas del Sector Hidalgo), movimiento que impulsó el primer tianguis cultural, y realizó la primera tocada punk en Guadalajara, desde donde se generaron varias publicaciones de poesía y literatura en fotocopia. Fue parte fundamental de las ediciones de La Alimaña Drunk, organizador de eventos musicales a beneficio de buenas causas, cofundador de La Otra Fil y, sobre todo, un solidario apoyo para tantos y tantos proyectos alternativos de compañeros de viaje. Y desde aquel 2009 hasta hoy, ha sido el alma de ese ente editorial cooperativo, horizontal y desinteresado que hace libros con cubiertas de cartón.

La Rueda antes fue una revista y luego una librería que aún vive, refugio de bebedores del verso y poetas etílicos, que no rara vez, de la rueda salían rodando (antes, ya no) bajo el amparo de la virgen del virote, patrona de ese refugio en donde también se aloja una radio de cartón.

La Rueda Cartonera, este 2024 cumple quince años, los que se dicen fácil, pero no lo han sido tanto, ha costado sudor, llanto y anhelos. Anhelos que, tal vez, en gran medida, se vean concretados con este aniversario.

La quinceañera ha crecido y aprendido al girar por esta senda de agujeros y tropiezos, a veces a empujones, pero siempre firme en su rodar, artefacto de alguna forma luminiscente, que deja a su paso una estela inconfundible en el desarrollo cultural y contracultural de una ciudad, un estado, un país, una región, que pareciera a veces, retroceder a ciegas y encaminarse hacia un abismo al que no se ve fin, ni salida.

Larga vida a la Rueda, y a Sergio Fong.



Eduardo Lemus


Fuente: En Veces

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viernes, 1 de noviembre de 2024

Los sueños no mueren

 


Voy a llegar tarde carnal… decía… pero ahí estuvo… siempre.

Nunca faltó a un compromiso.

Economista y Judoca. Escritor, estudioso y luchador incansable. Trovador urbano y orador incendiario. Pero, sobre todo, soñador y buen amigo.

Su sonrisa amplia y franca que nunca le abandonaba, era su tarjeta de presentación y bienvenida a su mundo, un mundo interno del que sólo una parte salía a la superficie, su universo interior era infinitamente más grande de lo que dejaba asomar a la luz.

Ese interprete de Rockdrigo fue un luchador, si, en el más amplio sentido de la palabra, y sospecho que, de haber tenido la oportunidad, habría tomado las armas, para así poder luchar en otro plano, contra lo injusto y la inequidad de un sistema que todo devora.

El último proyecto en el que participamos juntos, fue por invitación suya. Como parte del consejo editorial, de una revista dedicada a la cultura de los barrios, que no alcanzó a ver la luz.

En el Café Bobber Black, nos apoyó con la organización de, un día por semana dedicado a la trova urbana y la lectura de poesía, día que convocaba a una cantidad considerable de bichos afines a los que ahí colaborábamos.

Antes, construimos varias iniciativas al lado de otros compañeros de viaje. Iniciativas de las que algunas, no llegaron a concretarse mientras él vivió, y tal vez, no se concreten más.

Pero, otros proyectos si vivieron.

Juntos participamos como parte de la Red Insurgente y el Colectivo Margen, haciendo trinchera común por la liberación de los detenidos durante la manifestación de la cumbre ALCUE en 2004, organizando eventos para recaudar fondos para su defensa, marchando, montando plantón frente a la sede del poder y haciendo presencia en cuanto lugar había que hacerlo.

Y aún mucho tiempo atrás, caminamos en tantas y tantas ocasiones con causa, para detener la guerra en Chiapas, por Acteal, en un montón de primeros de mayo, y a favor de quien necesitara apoyo, siempre.

Su solidaridad e incondicionalidad era su sello, siempre dispuesto a colaborar con las cusas de quienes voz no tienen y la difusión cultural.

Coincidíamos en muchas cosas y discrepábamos en otras, las menos.

El Zapatismo era su eje, siempre crítico y analítico, nunca claudicó en su afán por dar con el origen del problema. Aunque había cosas que no podía tragar de un solo golpe, como las nuevas terminologías en el discurso sociológico, recuerdo especialmente su desagrado hacia el término “constructo”, -¿por qué chingados lo tienen que decir de otra forma, como si estuvieran inventado algo nuevo? –decía -sólo digan “construcción”, es una puta construcción –retaba-

José Luis ya no está con nosotros de manera física, encontró su ruta de fuga, y se marchó. A otro lugar, a seguir soñando con otro mundo, uno más justo, en el que quizá, ya esté.

“Chila” ahora duerme el largo sueño.

Duerme broder, duerme, y sigue soñando.

Que en un sueño tu seguirás viviendo.

Y los sueños son eternos.


Eduardo Lemus


Fuente: En Veces

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martes, 11 de julio de 2023

¿Quién?



¿De que color es el cristal tras el que miras?


¿Tu cristal está limpio? ¿o turbio?


¿Lo enturbiaste tú? ¿o te lo enturbiaron?


¿Es tu cristal?


Pasamos de los 80s a los 90s aun con poca experiencia, casi en todo, metidos en un par de botas, con el horizonte en la mirada, queriendo cambiar el mundo.


escuchábamos ruido, literalmente ruido. Nuestro ruido de combate.


Vivimos la era del post, no los posts de hoy en redes sociales, el post del después de, como, por ejemplo, el postpunk -que nunca ha existido, porque el punk vive-. Nos tocó analizar el postfordismo, aprender el postkeynesianismo, y navegar montados en el postestructuralismo -que aún me identifica-.


Caminamos los caminos del autonomismo, acompañamos el surgimiento del EZLN, el veganismo consciente, los tiempos incipientes del Frente de Liberación Animal, el activismo de Comida No Bombas, el nacimiento del Black Block y el feminismo radikal.


Participamos en asambleas, contingentes, proyectos, colaboramos con otras agrupaciones, colectivos y organizaciones afines.


Trabajamos por la liberación de los presos políticos y apoyamos las causas de las minorías -como nosotros-.


El antagonismo, el apoyo mutuo y la acción directa fueron nuestros sellos de identidad, recorrimos las calles escupiendo consignas, tomamos instituciones, bloqueamos trasnacionales y rayamos propiedades gubernamentales.


Tuvimos el privilegio de ser vigilados en la puerta de nuestras casas, por vigilantes oficiales.


Fuimos y somos ANTIFASCISTAS, ANTIRACISTAS, ANTIAUTORITARIOS.


Nuestros sueños, los vivimos a ritmo de punk, OI!, hardcore, trova, grindcore, crust, folk y ska.


De eso aprendimos, y eso nos enseñó a vivir con dignidad.


Quien, sin haberlo vivido, puede venir a decirnos, ¿Qué fue y qué no fue? ¿Qué es mentira y qué es verdad? ¿Quién es el bueno y quién el malo? ¿Qué escuchar o qué no escuchar? ¿Qué es una mierda y qué no lo es?


¿Quién puede venir a contarnos, una historia que no vivió?


¿Quién puede desmitificar qué?


¿Quién puede contarle la historia a quién?


¿QUIÉN?


Lo nuestro no fue sólo ruido.



Eduardo Lemus

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