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domingo, 3 de junio de 2012

Violencia




La violencia, en el discurso oficial y dentro del marco de lo políticamente correcto, es de común, señalada como negativa, como un lastre a combatir.

Se nos inculca desde el sistema educativo, religioso y familiar, que la violencia es negativa, que no lleva a nada, que la violencia engendra más violencia, que ésta es la falta de argumentos, el recurso de la ignorancia.

Sin embargo.

La violencia la vivimos, la padecemos y la practicamos de muchas maneras en el día a día, y a pesar de eso, es negada como principio fundamental de nuestro comportamiento, ya sea como dominado o dominador.

Desde el núcleo familiar, la violencia es condicionante para la conservación de la estructura jerárquica, que por tradición ha sido reproducido por generaciones como la mejor forma de cohesión.

A lo largo del proceso educativo, en las escuelas y desde las instituciones, La violencia es honrada y mitificada como fuente de orgullo y gloria, como generadora de patria, pertenencia e identidad nacional, que a su vez, es dador de dignidad y fuente de lealtad para con el conjunto de la sociedad.

Es decir, el discurso es opuesto a los actos oficialmente aceptados, ya que, mientras se emiten declaraciones en contra, condenas oficiales y largos discursos opuestos a la violencia ciudadana, criminalizando su uso y proliferación, paralelamente existen los festejos conmemorativos de los actos violentos que llevaron a la gloria de la nación, además del aplauso cotidiano hacia los actos represivos llevados a cabo por el estado, con el fin, se dice, de salvaguardar la seguridad del ciudadano.

Estamos desde que nacemos, a dos fuegos, en medio de una  contradicción ética del discurso vs la acción.

La violencia ha sido a lo largo de la historia, el vehículo, mediante el cual se han consolidado las grandes religiones y los estados, no solo aquellos con ambiciones imperiales, sino todos y cada uno de los que han existido.

Nuestra civilización pues, está construida sobre la violencia, ya que ha sido por medio de la violencia, que el hombre ha conquistado, colonizado, impuesto y desarrollado las sociedades llamadas “civilizadas”.

La civilización y con ella la religión viajo de un continente a otro, llevando consigo violencia, sin la cual, no habría sido posible la conquista de los pueblos descubiertos, ni la imposición de sus costumbres “civilizadas”.

La tradición judeo-cristiana, con toda su retorica de amor al prójimo y caridad hacia los semejantes, descansa teórica y prácticamente, sobre el genocidio, en la biblia encontramos, pueblos enteros arrasados por un Dios inmisericorde, sin distingo de niños, mujeres y ansíanos, además de su ganado, destrucción causada ésta, por su propia mano o a manos de un pueblo hebreo obediente a un mandato divino.

Encontramos también, que la relación entre naciones está condicionada por la capacidad de violencia con que cuentan, por su poderío armamentista.

Las invasiones, ocupaciones, ataques y amenazas belicosas, se ejercen en su totalidad sobre aquellas naciones que cuentan con los menores recursos armamentistas, mientras las constantes violaciones de los derechos humanos y atrocidades cometidas por naciones poderosas, difícilmente encontraran oposición, señalamientos y acciones decididas, encaminadas a su impedimento.

Y curiosamente hoy, la violencia es ejercida en algunos casos, por las victimas de ayer, transfiriendo sistemáticamente, la responsabilidad de dicha violencia a las nuevas víctimas.

La violencia reactiva economías y construye imperios, y en muchas ocasiones es llamada ayuda humanitaria.
El ejercicio del poder descansa sobre la capacidad de violentar, y su legitimación se basa en su adjudicación monopólica del derecho a usarla.

El estado es el poseedor único y legítimo depositario de la violencia legal, el orden se garantiza bajo la amenaza de violencia, toda aquella acción o iniciativa percibida como peligrosa para el poder constituido, es reprimida por medio de la violencia, y permite al detentador del aparato de estado, garantizar el funcionamiento puntual de la maquinaria a su servicio, permitiéndole mantener el sistema político vigente y garantizar sus privilegios.

A la violencia ejercida por el débil, por el dominado, se le criminaliza y convierte ante la opinión pública, en la verdadera amenaza para la seguridad de todos, a la fuerza utilizada desde abajo se llama “métodos violentos”, sin embargo a la utilización de la violencia por parte del estado, se llama “uso de la fuerza” y es de hecho, el ejercicio de la ley.

Fuera del debate, de sí, la violencia es innata o adquirida, la realidad nos muestra, que es la forma más común, y práctica de subsistir, de avanzar, de sobresalir, de triunfar y nuestra manera cotidiana de interrelación, el pan de cada día en los medios y el acontecer.

Dentro del sistema en que hemos sido formados, aprendemos desde nuestros primeros años, que las cosas y el orden social funcionan en base y bajo la amenaza de violencia, una estructura de poder cualquiera hace valer su derecho a ejercer y utilizar como método disuasorio la violencia, y bajo la amenaza explicita o no de utilizarla, mantiene el orden establecido.

La violencia se nos ha inculcado como el método más práctico, mediante el cual, se puede sobresalir y trascender  de entre la vorágine que genera la falta de recursos y oportunidades y se convierte en el vehículo al alcance, para transitar del estado de dominado al de dominador, y quién podría realmente, negar que ésta es la concepción que se nos ha inculcado a lo largo de la vida y mediante la cotidianidad, desde las instituciones, los medios y la mitología social, que nos adoctrinan en el culto al triunfador “violento”, a la falta de escrúpulos, a la agresividad a la obtención de poder en cualquiera de sus formas.

La realidad, la cotidianidad y las contradicciones entre dicho y hecho, son las formadoras de los nuevos cuadros violentos, que harán funcionar la maquinaria a perpetuidad, militantes incondicionales dentro de la infraestructura de la violencia imperante.

Así es que, a todos los niveles, los mecanismos de la violencia, forman parte integral del tejido social y cultural en que vivimos.

¿Para quién es mala? ¿Para quién es buena la violencia?

Eduardo Lemus


Publicado en TRES FLECHAS (RASH GDL) en Abril de 2012

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