Translate
domingo, 7 de octubre de 2012
lunes, 20 de agosto de 2012
viernes, 17 de agosto de 2012
domingo, 3 de junio de 2012
Violencia
La violencia, en el discurso oficial y dentro del marco de lo políticamente correcto, es de común, señalada como negativa, como un lastre a combatir.
Se nos inculca desde el sistema educativo, religioso
y familiar, que la violencia es negativa, que no lleva a nada, que la violencia
engendra más violencia, que ésta es la falta de argumentos, el recurso de la
ignorancia.
Sin embargo.
La violencia la vivimos, la padecemos y la
practicamos de muchas maneras en el día a día, y a pesar de eso, es negada como
principio fundamental de nuestro comportamiento, ya sea como dominado o
dominador.
Desde el núcleo familiar, la violencia es
condicionante para la conservación de la estructura jerárquica, que por
tradición ha sido reproducido por generaciones como la mejor forma de cohesión.
A lo largo del proceso educativo, en las
escuelas y desde las instituciones, La violencia es honrada y mitificada como
fuente de orgullo y gloria, como generadora de patria, pertenencia e identidad
nacional, que a su vez, es dador de dignidad y fuente de lealtad para con el
conjunto de la sociedad.
Es decir, el discurso es opuesto a los actos
oficialmente aceptados, ya que, mientras se emiten declaraciones en contra,
condenas oficiales y largos discursos opuestos a la violencia ciudadana, criminalizando
su uso y proliferación, paralelamente existen los festejos conmemorativos de
los actos violentos que llevaron a la gloria de la nación, además del aplauso
cotidiano hacia los actos represivos llevados a cabo por el estado, con el fin,
se dice, de salvaguardar la seguridad del ciudadano.
Estamos desde que nacemos, a dos fuegos, en
medio de una contradicción ética del discurso vs la acción.
La violencia ha sido a lo largo de la
historia, el vehículo, mediante el cual se han consolidado las grandes
religiones y los estados, no solo aquellos con ambiciones imperiales, sino
todos y cada uno de los que han existido.
Nuestra civilización pues, está construida
sobre la violencia, ya que ha sido por medio de la violencia, que el hombre ha
conquistado, colonizado, impuesto y desarrollado las sociedades llamadas “civilizadas”.
La civilización y con ella la religión viajo
de un continente a otro, llevando consigo violencia, sin la cual, no habría
sido posible la conquista de los pueblos descubiertos, ni la imposición de sus
costumbres “civilizadas”.
La tradición judeo-cristiana, con toda su
retorica de amor al prójimo y caridad hacia los semejantes, descansa teórica y
prácticamente, sobre el genocidio, en la biblia encontramos, pueblos enteros
arrasados por un Dios inmisericorde, sin distingo de niños, mujeres y ansíanos,
además de su ganado, destrucción causada ésta, por su propia mano o a manos de
un pueblo hebreo obediente a un mandato divino.
Encontramos también, que la relación entre
naciones está condicionada por la capacidad de violencia con que cuentan, por
su poderío armamentista.
Las invasiones, ocupaciones, ataques y amenazas
belicosas, se ejercen en su totalidad sobre aquellas naciones que cuentan con
los menores recursos armamentistas, mientras las constantes violaciones de los
derechos humanos y atrocidades cometidas por naciones poderosas, difícilmente
encontraran oposición, señalamientos y acciones decididas, encaminadas a su
impedimento.
Y curiosamente hoy, la violencia es ejercida
en algunos casos, por las victimas de ayer, transfiriendo sistemáticamente, la
responsabilidad de dicha violencia a las nuevas víctimas.
La violencia reactiva economías y construye
imperios, y en muchas ocasiones es llamada ayuda humanitaria.
El ejercicio del poder descansa sobre la
capacidad de violentar, y su legitimación se basa en su adjudicación monopólica
del derecho a usarla.
El estado es el poseedor único y legítimo
depositario de la violencia legal, el orden se garantiza bajo la amenaza de
violencia, toda aquella acción o iniciativa percibida como peligrosa para el
poder constituido, es reprimida por medio de la violencia, y permite al
detentador del aparato de estado, garantizar el funcionamiento puntual de la
maquinaria a su servicio, permitiéndole mantener el sistema político vigente y
garantizar sus privilegios.
A la violencia ejercida por el débil, por el
dominado, se le criminaliza y convierte ante la opinión pública, en la
verdadera amenaza para la seguridad de todos, a la fuerza utilizada desde abajo
se llama “métodos violentos”, sin embargo a la utilización de la violencia por
parte del estado, se llama “uso de la fuerza” y es de hecho, el ejercicio de la
ley.
Fuera del debate, de sí, la violencia es
innata o adquirida, la realidad nos muestra, que es la forma más común, y
práctica de subsistir, de avanzar, de sobresalir, de triunfar y nuestra manera
cotidiana de interrelación, el pan de cada día en los medios y el acontecer.
Dentro del sistema en que hemos sido formados,
aprendemos desde nuestros primeros años, que las cosas y el orden social funcionan
en base y bajo la amenaza de violencia, una estructura de poder cualquiera hace
valer su derecho a ejercer y utilizar como método disuasorio la violencia, y
bajo la amenaza explicita o no de utilizarla, mantiene el orden establecido.
La violencia se nos ha inculcado como el método
más práctico, mediante el cual, se puede sobresalir y trascender de entre la vorágine que genera la falta de
recursos y oportunidades y se convierte en el vehículo al alcance, para
transitar del estado de dominado al de dominador, y quién podría realmente,
negar que ésta es la concepción que se nos ha inculcado a lo largo de la vida y
mediante la cotidianidad, desde las instituciones, los medios y la mitología
social, que nos adoctrinan en el culto al triunfador “violento”, a la falta de
escrúpulos, a la agresividad a la obtención de poder en cualquiera de sus
formas.
La realidad, la cotidianidad y las
contradicciones entre dicho y hecho, son las formadoras de los nuevos cuadros
violentos, que harán funcionar la maquinaria a perpetuidad, militantes
incondicionales dentro de la infraestructura de la violencia imperante.
Así es
que, a todos los niveles, los mecanismos de la violencia, forman parte integral
del tejido social y cultural en que vivimos.
¿Para quién es mala? ¿Para quién es buena la
violencia?
Eduardo Lemus
Publicado en TRES FLECHAS (RASH GDL) en Abril de 2012
Read more...
Etiquetas:
Bitácora
NEVER MIND
Mirando a través de la ventanilla del camión,
la ciudad se me incrustaba en la cabeza, justo entre ceja y ceja, de tal
manera, que al llegar la noche, ya estaba empachado de ciudad y ciudadanos, y
solo quedaba espacio en mi tolerancia saturada, para un poco de punk y un
gallardo sin semilla.
Ya habían pasado para entonces, las crisis de
ansiedad, aquellas jornadas de miedo y rabia, de desesperación impotente, de
ganas locas de hacer volar instituciones, corporaciones, religiones y cosas por
el estilo.
También había pasado ya, afortunadamente, la
afición por las navajas y las bonitas marcas que estas dejaban dibujadas en la
piel, rutas de escape para el espíritu recluido en su prisión corpórea, aunque,
aún conservo un poco de esa afición en
los piercings.
Para entonces, el terrible trance de la adolescencia,
afortunadamente, ya había quedado atrás, ahora la observación directa nutria
mis convicciones, la decadencia que envolvía el rutinario acontecer era sin
duda, la prueba del sometimiento mediático, teórico, religioso y cultural que
nos subsumía, era el resultado de una mezcla incongruente y amorfa de
creencias, suposiciones y convicciones inyectadas desde la cuna, que formaban
una especie de argamasa mental sin posibilidad de intuir alguna otra realidad, era
una plasta viscosa que decoraba como gratinado monumental al grueso de la
población y su cultura, o por lo menos eso creía yo, ahora ya no lo creo así,
ahora sé que es aún peor.
Metido en mis botas gustaba de recorrer la
geografía citadina, Guanatos era el misterio a desvelar, sus contradicciones
extremas, sus secretos a voces y sus falsos valores tan orgullosamente proclamados,
eran una fuente inagotable para la teoría social, y si nos ponemos aguzados aun
lo podrían ser.
Y es en medio de ese enredijo de palabras y
recuerdos, que me recuerdo, a mí mismo, buscando opciones y la cercanía con mis
semejantes, y esto, no en términos bíblicos, sino literalmente con mis
similares, los otros, los raros, los disidentes, los que vomitaban pues, igual
que yo, al tragar el terrible bocado de lo convencional, aderezado con la complicidad pusilánime de la enorme
mayoría de conciudadanos; para entonces ya habían hablado a mi oído ciertos
fantasmas barbudos, que a deshoras de la noche surgían de entre las
amarillentas páginas de algún libro, y en tertulias interminables convivía con
las ideas hechas sueños, o al revés, y me habían, si no convencido, por lo
menos si persuadido de que el camino era otro.
Y en medio del barullo urbano envuelto en
humo, ruido y confusión la búsqueda de aquel camino emprendí, indagando,
husmeando, me acerqué a gente que parecían proponer o plantear o sugerir el
cambio social, la subversión del orden establecido, pero en muchos de los casos,
eso, solo era apariencia, casi siempre era gente que en su vida cotidiana no
diferían gran cosa del resto de las personas y en muchos casos eran aun peor,
eran burócratas viviendo de los impuestos y sirviendo al sistema en el día y
hablando de revolución en algún café por la noche, muy parecidos a mis maestros
de preparatoria, revolucionarios declarados también todos ellos, tipos cuyo
máximo gesto de rebeldía, era su colección de fotos de Lenin, Trotsky y Mao
colgando de la pared de un oscuro salón, en el que se reunían a organizar la
futura revolución proletaria.
Por si no lo habían notado yo era un punk, que
a la vez no hacía mucha ronda con otros punks, salvo otros dos con quienes en
conjunto formábamos el grueso del colectivo punk de la colonia, pero esto de no
gustar de hacer bola con el resto de la tribu tiene su historia, resulta, que
por aquellos tiempos en las sombrillas, lugar que así era conocido y que hoy se
llama plaza Guadalajara, se reunía la comunidad punketa de Guanatos, la crema y
nata de la banda eriza del momento, llegué a aquel lugar invitado por ya no
recuerdo quien, ávido de encontrar otra forma de relacionarse y de pensar, pero
no encontré absolutamente nada, solo platicas tediosas y repetitivas sobre
agrupaciones, estilos, pelos de punta, botas y chamarras, lo cual motivó que no
me volviera a parar en aquel lugar, e incluso evitaba pasar por ahí. Después,
una tarde no más tediosa, ni muy diferente a cualquier otra tarde, en el puente
de la Normal descubrí unos harapos que parecían amontonarse en la parte más
alta de su joroba, a donde la curiosidad me llevó, para descubrir un nuevo
grupúsculo de punks a quienes me acerque con las mismas inquietudes que me
llevaron al grupo anterior, con los mismos resultados, gente con pelo verde,
enfundados en jeans raídos, con un cerro de discos bajo el brazo, cuya única
conversación eran la mohicana de Wattie Buchan, las Dr. Martens y las nuevas playeras de Pushead, ¡carajo! Era como escuchar a
mi vecina platicando de Madonna, Miguel Bosé o el Chapulín Colorado, con tal
vehemencia, que pareciera que a través
de ellos vivieran su propia vida.
Por decir lo menos, la búsqueda de aquella
época fue un rotundo fracaso, así que las horas seguían colgando del reloj y
deslizándose hasta perderse por la alcantarilla del día agonizante, y así día
tras día, esperando llegar la noche, para acudir a la cita con los fantasmas y
su discurso siempre inconcluso y seductor, ideas cometa, a cuya cola atado,
logré cruzar el arroyo sin ser arrastrado por la corriente, o por lo menos, eso
quiero creer.
Las largas lecturas y la compañía nocturnal de
la banda del barrio, siempre solidaria, fueron el salvavidas, y ahora cuando lo
pienso, no dejo de sospechar que en esa comunidad barrial estaba la respuesta a
la búsqueda que tanto tiempo malgastado me llevó, pero no importa, de algo debe
haber servido, también eso lo quiero creer.
Y con respecto al punk, lo que aquí digo no
quiere decir, que no haya encontrado en él una respuesta, -independientemente
de mi adhesión previa de adolescente, a la actitud e irreverencia que conlleva-,
por supuesto que tiene respuestas, y no una, sino toda una propuesta alternativa de vida, pero ésta actitud vino a florecer después, en otra
generación, una, tallada de otra madera, pero ésta y la del barrio solidario,
son otra historia, que tal vez otro día les cuente.
Eduardo Lemus
Publicado en EN VECES en Agosto de 2011
Read more...
Etiquetas:
Bitácora,
Historias probables
miércoles, 30 de mayo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)