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domingo, 8 de agosto de 2010

¿Presas por abortar? ¡Vamos a liberarlas!

Jaime Avilés

Para Luz María Ramírez Villalpando, directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense (Imug: cuidado, no se pronuncia y muge), el mejor antídoto contra la violencia intrafamiliar es la Triple R. A las mujeres que son golpeadas por sus hombres, les aconseja resignarse, reír y rezar, explica Verónica Cruz, presidenta del Centro Las Libres, asociación civil que defiende los derechos civiles y reproductivos de las mujeres de Guanajuato. Cuñada de Gerardo Mosqueda, secretario del gobierno estatal y número dos en la estructura local del Yunque, Ramírez Villalpando declaró hace días que las mujeres que se hacen tatuajes son las principales responsables de la pérdida de valores en nuestra sociedad.

En 2001, tras la llegada de Vicente Fox a la Presidencia de la República, su heredero en el trono estatal, Carlos Romero Hicks, tomó el poder con los votos del PAN y la fuerza de la ONY (Organización Nacional del Yunque), la poderosa secta secreta, ubicada a la derecha de la ultraderecha mexicana. Durante el sexenio de Romero Hicks, tanto leyes como políticas públicas vinculadas con educación sexual y derechos reproductivos fueron modificadas para armonizarlas, precisa Verónica Cruz, con las ideas religiosas de los nuevos mandones.

La educación sexual para púberes y adolescentes fue prácticamente suprimida en los colegios privados y las escuelas públicas. De los libros de ciencias naturales fueron eliminados los dibujos que mostraban los órganos reproductivos masculinos y femeninos, porque a juicio de los talibanes del Bajío incitan a la lujuria. Éstos lanzaron una campaña permanente contra el uso del condón y los anticonceptivos, basada en otro dogma: para evitar las enfermedades de transmisión genital y los embarazos no deseados, lo único que sirve es la abstinencia.

Cuando, en respuesta a las protestas de distintos sectores del país, el gobierno federal prohibió el libro de ciencias naturales del Yunque y exigió que se entregara a los estudiantes el que había editado la SEP, los talibanes de Guanajuato lo quemaron en una plaza pública de León, recuerda Verónica Cruz. Y Carlos García, corresponsal de La Jornada en la entidad, asegura que en opinión de la directora del Imug, que no es médica sino decoradora de interiores, las mujeres en el momento en que están siendo violadas segregan un líquido espermicida, que las protege del embarazo. Sin duda por eso, en las bardas de Guanajuato se repite esta consigna, pintada entre los escudos y emblemas del gobierno estatal: Por amor o por violencia el aborto es un delito.

Úteros asesinos

En el verano de 2004, una investigadora del Instituto de Estudios Sociales (ISS, por sus siglas en inglés) de La Haya, Holanda, documentó en la región selvática de Chiapas algunos casos de mujeres que sufrieron abortos espontáneos a causa de la pobreza extrema en que viven. Este reportero obtuvo, por su parte, datos de mujeres que habitan en zonas urbanas y gozan de cabal salud, pero interrumpieron involuntariamente su embarazo entre el quinto y el sexto mes de gestación, porque tienen útero infantil, o sea, una matriz incapaz de alojar un feto en crecimiento.

En Guanajuato, desde 2001, los abortos espontáneos por desnutrición o por cualquier otro tipo de limitación física se castigan hasta con 35 años de cárcel. Y los que se realizan en forma voluntaria también. Para los talibanes del Bajío son homicidios en razón de parentesco en agravio de un producto en gestación, según el código penal vigente en el estado. O, como lo simplificó el gobernador Juan Manuel Oliva Ramírez en una entrevista publicada por La Jornada ayer, son infanticidios.

Hoy mismo, por esta infame acusación, cinco jóvenes campesinas amanecieron presas en el Centro de Rehabilitación Social (Cereso) de Puentecillas, a la salida de la capital de Guanajuato, y una más en el de Valle de Santiago, cerca de Michoacán. Todas purgan condenas de más de un cuarto de siglo de encierro –la veterana del grupo, de apenas 26 años de edad, lleva nueve tras las rejas y aún le faltan 17–, pero ninguna recibió jamás atención médica, educación en salud reproductiva ni ayuda para evitar, o interrumpir, sus embarazos. Una de ella quedó encinta la cuarta vez que fue violada, sin que la policía que después la detuvo por abortar la protegiera de los machos que la maltrataron por años.

Además de ser víctimas de una injusticia tan atroz como insoportable, todas tienen en común el hecho de que, cuando llegaron a los hospitales públicos chorreando sangre y devastadas sicológicamente, se llevaron la misma sorpresa: antes de proceder a curarlas, los médicos que las trataron en las salas de urgencias llamaron a los agentes del Ministerio Público para denunciarlas in fraganti.

Las seis –más Alma Yareli Salazar Saldaña, que ya está libre– pasaron del hospital a la cárcel. Después de ser sentenciadas, algunas apelaron al Tribunal Superior de Justicia, pero por falta de buenos abogados perdieron en segunda instancia y ahora, para elevar su caso a la Suprema Corte –basurero moral de la nación– cada una necesita reunir al menos 500 mil pesos para lograr que un jurista la represente: un sueño imposible, pues sus familiares viven en condiciones de extrema pobreza, y muy de vez en cuando consiguen los 400 pesos que les cuesta ir desde sus comunidades al Cereso de Puentecillas a visitarlas.

La ONU vs la ONY

Por esto de las distancias, hace pocos días, en vísperas de la visita a México de la alta comisionada adjunta para los derechos humanos de la ONU, la sudcoreana Kuyng-wha Kang, la Secretaría de Seguridad Pública de Guanajuato obligó a cuatro de las internas en Puentecillas a firmar un documento en el que piden ya no ser entrevistadas por la prensa. ¿Por qué suscribieron tan absurda solicitud, como si fueran Angelina Jolie, Scarlett Johansson, Rachel Weisz y Natalie Portman hartas de los paparazzi? Porque las amenazaron con trasladarlas a Valle de Santiago, que para sus familiares, radicados cerca de Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende, queda tan lejos como, para nosotros, Iztapalapa de Nueva York.

Ahora que sabemos de su existencia y de su martirio –todas son menores de 30 años y tienen la vida por delante–, no vamos a permitir que se pudran en la cárcel. Primero que nada, hay que hacerles llegar, por todos los medios, mensajes para decirles que ya no están solas; que no deben resignarse, reír y rezar, sino al contrario, seguir luchando por sus derechos con la certeza de que, mucho antes de lo que suponen, volverán a ser libres.

Desfiladero convoca a sus lectoras y lectores –en donde quiera que estén– a pensar, imaginar, organizar, darle forma y contenido y poner en marcha una campaña nacional e internacional de solidaridad por la inmediata libertad de María Araceli Camargo Juárez, Yolanda Martínez Montoya, Ana Rosa Padrón Alarcón, Susana Dueñas, Ofelia Frías y Liliana Moreno. La campaña, desde luego, debe tener como eje el Centro Las Libres, cuyas valientes integrantes viven y pelean en Guanajuato y necesitan ser rodeadas por los brazos de todas y todos, para protegerlas.

En estos momentos, en Guanajuato hay 166 mujeres más que también fueron entregadas por sus médicos a la policía. De ellas, 43 se encuentran a disposición de un juzgado para ser sometidas a proceso penal. No se trata solamente de las seis jóvenes campesinas presas, ni de las que aguardan su turno en la antesala del espanto, sino de todas las mujeres de México y del mundo. ¿Ponemos en marcha la campaña? Se admiten adhesiones, críticas y sugerencias. ¿Presas por abortar? ¡No por mucho tiempo más!

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No estamos conformes con el trato ni la condena, lanza una reclusa

La pregunta es si quieren dar entrevistas, exige funcionaria

Jaime Avilés y Carlos García


Jueves 5 de agosto de 2010

Guanajuato, Gto., 4 de agosto.
Las cuatro jóvenes campesinas que purgan condenas de más de 25 años de cárcel, al ser señaladas culpables de homicidio por abortar, fueron presentadas esta tarde a reporteros y fotógrafos de distintos medios para declarar, por consigna, que no desean conceder más entrevistas de prensa.

Con una palidez extrema, sometidas a una presión tan evidente que una de ellas rompió a llorar a causa de un ataque de nervios –¡me quiero ir!, gritó, cuando una de sus compañeras afirmó que las sentencias que les impusieron son injustas–, las internas Yolanda Martínez Montoya, Ana Rosa Padrón Alarcón, Susana Dueñas y Araceli Camargo Juárez (que según el gobernador Juan Manuel Oliva no existen) fueron obligadas a protagonizar una escena para que la Secretaría de Seguridad Pública estatal demostrara que no están incomunicadas, como lo denunció La Jornada en su edición del 4 de agosto.

De acuerdo con el libreto oficial, la vocera de la dependencia, Alicia Arias Muñoz, iba a preguntarles, delante de los medios, si querían seguir dando entrevistas, a lo que las jóvenes campesinas debían responder que no. Pero antes de que empezara la representación, La Jornada se adelantó e interrogó a las reclusas: ¿Están de acuerdo con las sentencias que recibieron y con el trato que les dio el Ministerio Público?.
Con ojos impacientes, Alicia Arias tomó la palabra: ¡No, no, no! La pregunta es si quieren dar entrevistas. Y dirigiéndose a las internas les echó la pelota: ¿Quieren dar entrevistas?. De pronto se impuso un silencio insoportable, en el que sólo se escuchaba el zumbido de un ventilador.

Vigiladas a escasos centímetros por una robusta custodia vestida de negro, inmóviles, uniformadas con pantalones y camisola color caqui, alineadas de espaldas a la pared de una estrecha sala de juntas en la que había al menos 12 reporteros (que habían sido despojados de sus cámaras y grabadoras), la más alta y morena de las jóvenes, echando el corazón por delante, dijo con firmeza y claridad:

Voy a contestar por educación. No, no estamos conformes con las sentencias ni con el trato del Ministerio Público. Fueron injustas. Pero ustedes ya conocen nuestras versiones y lo que pensamos, y somos respetuosas del reglamento.

En ese instante, la más bajita de las cuatro estalló en llanto, se dio la vuelta y pegando la cara contra la pared, gritó: ¡Me quiero ir, me quiero ir!.

La custodia la abrazó para consolarla. La vocera de la SPP esbozó una delgada sonrisa de desaliento y los reporteros volvieron a la aduana donde habían dejando sus pertenencias, lamentando el hecho de haber participado en un montaje tan degradante para las internas, para las propias autoridades y para la prensa, que también fue víctima de la mordaza oficial

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martes, 3 de agosto de 2010

Esnobs II (Los precarios)

P.D. al artículo Esnobs

Dentro del patetismo que encierra la actitud del esnob, existe una categoría aun más patética, la del doblemente esnob, es decir, el imitador del imitador, el esnob precario, aquel que por no contar con los recursos suficientes, se contenta con deambular por la periferia de la imitación.

Este ente irrisorio, que pretende reproducir con afectación ridícula, la pose asumida por el esnob de primera línea del “autentico” el que con eficacia de profesional no deja escapar detalle alguno de la actualidad vigente, es a su vez, un pobre remedo, que se nutre de suplementos del periódico de fin de semana, y no se pierde al igual, ningún estreno cinematográfico catalogado o comentado como imprescindible, solo que, él compra películas pirata, no por que esté en contra del elevado costo de las originales o de las entradas del cine, sino porque, no queriendo estar al margen de lo esencial para pasar por actual e informado, es la única opción que le queda.

Es aquel, que es capaz de recitar los nombres, las fechas, la obra más conocida, el numero de bodas o de divorcios y el genero ya sea musical, literario, artístico, de aquellos personajes a quienes nunca conoció y nunca había oído nombrar, hasta antes de su aparición en una pequeña nota, personajes de quienes su actividad o su obra, no pudieron saber, ya que no aparecían en sus panfletos suplementarios (ocio) hasta el día de su muerte, o de la premiación de alguna de sus obras, o de la crítica de su persona, o cualquier evento relacionado. Sin embargo ahí los tienes, opinando de cosas y temas, de los que, si les preguntas por mas detalles, ya no encuentran que decir, dando vuelta al tema con comentarios que pretenden ser graciosos.

Busca la ropa de imitación, con el logotipo de marca lo más parecido al original y se roba la señal del cable, o dado el caso, lo paga, sacrificando otras cosas urgentes, como la excesiva deuda en tarjetas de crédito, adquirida precisamente a raíz de esto, de la búsqueda de apariencia, de estatus y sofisticación.

Si unos son de risa, los otros son de llanto, el circo de la normalidad.

Eduardo Lemus

La imagen fue tomada del blog Mickey feio

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Aquellos días…

Eran días de angustias existenciales, de combates internos metafísico-finiseculares matizados de autosuficiencia épico-caricaturesca, tiempos de soñar despiertos, sobretodo en clase, de embarrarte cualquier porquería que te dijeran, en la cara, para combatir la seborrea, de experimentar con la mata de la cabeza, el primer tatuaje, el aro en la oreja, el gallo, la jaina, el punk.


Hay que reventar al mundo decía el Sam, todo esto apesta, aunque, sin especificar que era esto, lo apestoso pues, a fin de cuentas algo, lo que fuera, había que reventar, aunque fuera los granos de la cara, por lo menos.


El caso es, que la vida era nuestra, no había antes ni después, Nietzsche, Marx, Bakunin, Jim Morrison, Sid Vicious y Tin Tán eran nuestros contemporáneos, pero al mismo tiempo eran historia, el Dadá no lo habíamos inventado nosotros por mera ironía del destino, éramos geniales, eso sí, menos en la casa, en donde la jefa te hacia barrer o trapear o lo que era peor, te mandaba a las tortillas. Ni con los compas del barrio, o los de la secun, esos eran un hatajo de mensos que se creían muy fregones, sin serlo, claro, no como nosotros, que no lo decíamos pero si lo éramos, por supuesto, aparte de eso, a nosotros, nada pues, podría sucedernos a menos que fuera morir, morir sí, pero cubiertos de gloria, en cuyo funeral se leerían enormes panegíricos evocando nuestras proezas, las cuales eran, ninguna.


Éramos poetas malditos de hule, los genios más lúgubres e iluminados que el mundo jamás vería, éramos tan resistentes y flexibles como la misma roca de la que estábamos hechos, éramos las ligas de la resortera que por querer matar al ave, revientan de podridas para venir a romperte el hocico de pura vengativa justicia divina, que en todo está, eso, eso éramos, y ¿aún lo somos? Yo creo que sí, pero más discretos, a solas pues, y en lo oscurito, aunque el estilo para la escoba, ese, ese nunca lo perdimos, pero eso si, a las tortillas, nunca más.

Eduardo Lemus

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