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viernes, 23 de julio de 2010

Esnobs


En los espacios saturados de los cafés de moda, les puedes ver, pero no es raro, también, encontrarlos en las baratas de los almacenes de prestigio, porque de baratas se nutren, de intercambiar cortedades y autoalimentarse de carroña.

Estos entes evasores del abismo, de la profundidad oculta tras las vallas de flores artificiales y los paisajes virtuales eternamente soleados, estos entes productos en sí mismos, de todo un proceso bien diseñado de asimilación, figuras clónicas de todo lo que les pueda moldear, adaptar y hacerles formar parte integral de la modernidad y ser siempre así, actuales, cool, in… son los esnobs.

Aspirantes eternos a las alturas de la popularidad.

A la sombra de cada gran evento se disuelven y así son el evento mismo, que se nutre de anonimatos voluntarios, dispuestos siempre a ser comparsa de la majestuosidad del espectáculo, cualquiera que éste sea.

Son la conmoción masiva ante el desplome de las gemelas torres, llorando el símbolo que les han hecho asumir como propio, pero también son la justificación preocupada en algunos casos, indiferente en otros, de los conflictos en el medio y cercano Oriente, porque, según dicen, allá, siempre ha sido así; son la difusión gratuita y desinteresada de todo aquello que al capital conviene, el cimiento necesario de toda carrera política, artística o simplemente del narcisismo de cualquier adinerado con necesidad de atención hacia su inútil vida de despilfarro.

Son los primeros en los estrenos de cualquier película de Hollywood, y de cualquier otra, de la que hayan leído alabanzas por parte de la crítica.

Fueron ecologistas con Al gore, partidarios del comercio justo con Starbucks y wal-mart, por ejemplo, sin haberse enterado jamás, obvio, de que la primera, trató de patentar una de las mejores variedades de café etíope, Sidamo, buscando así, privatizar un bien común, desempeñándose aparte, como apoyadora del ejército de EE.UU. en sus afanes invasores; y la segunda, quebrantando las economías locales mediante la aniquilación del pequeño comercio y la coerción de los proveedores mediante el volumen, abaratando con esto, su inversión, sin por ello representar beneficio para la comunidad en que se aloja.

Y de esa manera, así, se adhieren a todo aquello que se les presente a sus ojos como actual, como parte de la cultura predominante, con ciertos matices de compromiso, artificial, por supuesto, para con el show del que son parte.


Opinan de todo, sin el menor interés por documentarse, para ellos basta con pronunciar correctamente los nombres de las organizaciones, de los lugares, de los grupos y de cualquier otra referencia obligatoria con relación al tema de que traten, sin por ello tratar de investigar algo más de lo que los retazos de los que se alimentan les proporcionan, lo pasado ya paso, y la razón es cuestión de popularidad, los problemas sociales no existen, esos, son siempre obra de inadaptados, incultos que no saben o no han conseguido apreciar todo lo bueno que la modernidad ofrece.

Dios los libre de caer.

Eduardo Lemus

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