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viernes, 28 de mayo de 2010

el 28 de mayo, tampoco se olvida



Aquel 28 de mayo de 2004, hoy hace 6 años ya,
la cumbre ALCUE en Guadalajara, la tercera para ser preciso,
ocasión como pocas para hacernos escuchar, de que sepan que existimos
que somos aquellos que les han cedido el poder, el poder que pertenece a cada quien.
Desde meses antes ya esperábamos con impaciencia la fecha, el 28 de mayo marcado,
en la agenda, el calendario, la libreta, en la memoria pues, y en la memoria sigue,
marchamos al ritmo de fiesta en contingentes multicolores,
cada uno era un mundo, y muchos mundos caminamos como uno solo,
mi contingente era negro, también los había rojos, verdes, amarillos, el arcoíris también,
caminamos la avenida en sentido contrario al habitual,
era pues un día especial, como ya lo dije antes, una buena oportunidad,
llegamos al primer cuadro de la ciudad ya empezando a atardecer,
el acceso a la sede de la reunión estaba bloqueado muchas cuadras antes,
la policía tras las vallas flanqueados por la prensa, y a sus espaldas la catedral,
bonito cuadro ¿no? Para venir a topar,
empezaron los empujones, los garrotazos, algunos grupos que no habíamos visto marchar,
podrían ser de la otra marcha, pero no, tampoco eran,
en fin no había de otra, se debía intentar pasar, teníamos mucho que decir,
ellos, los gobernantes, tenían que saber que la gente, la que padece, obedece, y pone en práctica lo que ellos firman,
también quería opinar, preguntar, por qué no preguntan antes, a nosotros, a esta gente,
si pensamos que está bien lo que comprometen con sus acuerdos,
en fin había muchas cosas que decir, pero nos hicieron callar.

La lluvia empezó a caer junto con la tarde, y el cerco policiaco se empezó a estrechar contra nosotros,
Hicimos vallas humanas, la de nosotros, la negra, en torno al grueso de la manifestación,
y del otro lado, otra impidiendo el paso a la zona del enfrentamiento,
¿El enfrentamiento? Decían que eran los anarquistas, pero los anarkos estaban haciendo valla,
y el imbécil líder moral del tianguis cultural, decía a un grupo de anarquistas del D.F. que querían pasar,
ustedes son anarquistas, ustedes verán si se arriesgan,
-¡Tarado!-
La policía cargo, en un momento termine fuera de la revuelta a espaldas de los cuicos,
y hacia ese lado empezó el desfile de cráneos rotos, de rostros sangrando,
llorando, arrastrando pendiendo de los gendarmes,
gritamos desde su espalda, reclamamos, nos desgañitamos pero no sirvió de nada,
corrí para rodear la cuadra y salir de frente a la escena principal,
me uní a la carrera entre una nube de gas,
me decía un buen amigo, el adoquín, hay que desprender el adoquín,
pero el adoquín ya era tinto y la lluvia continuaba, y se llevaba con ella la sangre,
limpiaba el rastro y disimulaba el llanto,
Frente a nuestros ojos, un grupo rompía los cristales de los bancos,
y la policía montada –bestia sobre bestia- observaba,
la noche ya había caído, y quienes rompían los vidrios no parecían preocupados,
mientras tanto se había desatado la redada, en otras calles, en los bares, en los camiones
y continúo hasta la madrugada.

Fue desmedida la violencia utilizada para con los detenidos,
una venganza feroz,
y después ya en los separos,
la tortura, el acoso, la humillación extrema,
aquí, no hay derechos humanos decían,
mas de cien detenidos, muchos ni siquiera habían pensado en manifestarse,
es más, ni idea tenían de la causa de la manifestación, simplemente habían ido al centro de la ciudad.

Al día siguiente empezaba otra lucha, por la liberación de los presos,
y esa fue otra experiencia, la de la solidaridad, el trabajo extra, el plantón, la divulgación en los foros, en cualquier lugar que nos abriera las puertas,
los eventos para recaudar fondos, los músicos solidarios, el reconocimiento mutuo de los diferentes grupos, con nuestras diferentes voces,
y es ahí en donde la marca ahonda en nuestra conciencia, en el corazón,
y fue en eso, que ese vínculo, el que iniciara en la marcha, en las vallas,
sellara en la lucha posterior, en el enfrentamiento ante la cerrazón tozuda de un gobernador mediocre, que como único logro cuenta, precisamente con este, el de la represión salvaje,
con la iglesia como legitimador morboso de la tortura inhumana,
casi cuatro años fueron en los que a cuentagotas, los presos fueron saliendo,
mucho tiempo por tener conciencia, por querer un cambio,
otro mundo, otra forma de vivir, por creer que escucharían,
por imaginar que con esto, voltearían a vernos por lo menos ese instante,
el que dura su reunión.



Eduardo Lemus




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