Documentan protección del cardenal Norberto Rivera a Marcial Maciel
Leer la noticia completa.
Fuente: La Jornada
Eduardo Lemus
A propósito de delincuentes comunes o presos de conciencia y la naturaleza de su aislamiento en la prisión.
La prisión es ante todo, un medio de aislamiento punitivo y sometimiento al criterio general, mediante el cual se pretende readaptar al infractor, aquel que ha, de alguna forma agraviado a la sociedad.
Y es ésta pretendida readaptación, la que en modo alguno se consigue, siendo más bien la reincidencia el resultado de tal método disciplinario.
Sin embargo este es el argumento empleado por los estados, cualquiera sea su inclinación ideológica (aun que algunos nieguen tenerla), por lo cual dicha readaptación pasa a ser responsabilidad del estado, quien priva de la libertad con ese fin al infractor, privación mediante la cual el preso pagara el daño causado a la colectividad.
Si tomamos en cuenta que la gran mayoría de los delitos están ligados a la
propiedad privada y a la lucha de poder, es decir a la posesión del bien ajeno o la defensa del bien propio y al desplazamiento de las figuras de mando por considerar inicua tal posición, entonces tenemos que se está castigando el resultado del mal generado por el propio sistema político en el que se encuentra enmarcado tal delito.
Al asumir el estado la responsabilidad de la readaptación del delincuente para su posterior reinserción en la vida social, ya como ente recuperado del extravío en el que estaba, es también su responsabilidad garantizar su integridad física, psicológica y moral, ya que lo que se pretende es que aquel individuo llegue por sí mismo (mediante el castigo), a la comprensión del error en que se encontraba y decida así, vivir como hombre libre, o como aquellos que de acuerdo al criterio establecido, tienen derecho a serlo.
De tal manera que, cuando las condiciones del proceso readaptador no son las adecuadas de acuerdo al criterio del castigado, éste tiene la facultad de exigir que tales condiciones sean las humanamente apropiadas, y si no es escuchado, tiene el derecho a resistirse a tal situación mediante los métodos que tenga a mano o considere necesarios –como la huelga de hambre- para la consecución de sus demandas. Y esto sin importar si se trata de un delincuente común o preso de conciencia quienes por lo general también son considerados en la primer categoría por el régimen en el poder.
Y si en el proceso de resistencia a las condiciones que el preso considera inhu
m
anas o injustas, este llega a morir, el asesino será en cualquier caso el estado, quien no supo o del
iberadamente no quiso cumplir con el cometido
que el mismo se impuso, quedando de esta manera al descubierto la finalidad real del presidio como centro de exterminio y vehículo de venganza hacia los entes nocivos para la sociedad cuyos intereses se resumen a los propios del poder establecido.
Eduardo Lemus
Y esta noche también, brillara la oskuridad
Salta la luna en mil pedazos de kristal…
Aun keda mucha leña por kemar
(Grado Cosmético – Al Calor del Fuego)
llibertatamadeu.blogspot.com
Fuente: http://www.alasbarricadas.org/
*Le robe la frase al Kristos Lezama, Ja!.
EN VECES (Bitácora del desastre)
Enero 2010
Read more...
Es miedo lo que a veces predomina en los actos de las personas, cuando no es miedo a salir de la normalidad, de lo políticamente correcto, de lo comúnmente aceptado, es el miedo a estar equivocado, miedo de haber seguido por instinto gregario las ideas predominantes y haber creído que por ser mayoritaría son las correctas.
Es claro que en la raíz de muchos de los actos de marginación, opresión y sometimiento se encuentra este temor, a nadie nos gustaría que se nos demostrase que estamos en un error, que hemos vivido en el lado equivocado de la vida, y esto lleva a negar otras realidades, aquellas que viajan en sentido contrario a nuestras creencias, derivando así en rigidez, intolerancia y autoritarismo, y se trata de demostrar a los demás mediante la imposición (sobre todo si se tiene el poder de la mayoría), la aceptación o la observancia de nuestros preceptos, conservando con ello la tranquilidad de nuestro entorno, la plácida vida sin sobresaltos, a buen resguardo de ideas extrañas y exóticas que vengan a querer sembrar la duda y el desasosiego.
Lo diferente debe ser encuadrado en el marco de nuestros criterios o de los criterios de la mayoría, por que así ha sido siempre, y si esto ha sido así, por algo debe de ser, los ancestros, los padres fundadores no podrían estar equivocados.
La mayoría no se concibe así misma, como culturalmente equivocada, muy por el contrario, se le ha inculcado que su cultura y forma de vida ha sido un logro de luchas seculares por conseguir su emancipación como colectividad civilizada, y liberada al mismo tiempo de enemigos externos siempre ajenos y adversos a su identidad de grupo, de la amenaza externa siempre hostil.
¿Por qué entonces –esa mayoría- a de tolerar que alguien se comporte de otro modo?, de ser así, entonces, debe ser un enemigo virtual de esa su identidad, agente malicioso y subversivo, y en el mejor de los casos un equivocado que no ha logrado la emancipación como persona, por lo tanto, se encuentra sometido a la opresión del mal que de algún lugar oscuro emana. Y cuando esto ocurre, el deber es liberarle, hacerle ver su error, porque nosotros, la mayoría, no podemos estar equivocados.
Por temor hay que emparejar lo irregular, pasar por nuestro rasero las imperfecciones que nos rodean, y evitar por cualquier medio, que el error se propague y pueda ser un mal ejemplo para nuestra descendencia a quienes por otro lado, también se concibe como impedidos mentales, a quienes se debe inculcar (adoctrinar) nuestra razón y proteger de la desviación.
Para la mayoría, para el grupo dominante, no es necesaria la aplicación de sus creencias, basta con que se crea, lo importante en todo caso, es evitar que alguien no lo crea, claro, siempre con la mejor intención, pero si a pesar de todo el esfuerzo por readaptar al errado, este insiste en su desvío, entonces, para eso esta la ley, y la ley es incuestionable e infranqueable, menos para aquellos que la aplican, claro está.