Translate

martes, 2 de febrero de 2010

Edgardo Badial


Con sus pinceles al hombro o bajo el brazo o en la bolsa trasera del pantalón -como sea-, esos pinceles, herramientas punzantes que como bisturís a cada trazo abren la grieta por la que se asoma un pedazo de su mundo interno, dándole paso para fundirse con la realidad que nos envuelve, creando con ello el retrato de su muy particular visión del mundo, para hacernos partícipes de sus anhelos, de sus angustias, de su dolor, sin restricciones, Edgardo Badial camina.


Para Edgar Badial el mundo es como un enorme circo, un mundo turbio e hipócrita en que las máscaras convencionales ocultan tras de sí, la cara poco agradable que produce la realidad en que vivimos, la vida diaria pues, esa vida que no podemos esconder de nosotros mismos como basura bajo la alfombra, porque es en parte, nuestra propia obra, la que construimos cada quien ayudados por nuestras limitaciones, muchas de ellas impuestas por el entorno que nos tocó habitar como inquilinos forzados a ocupar un espacio insalubre, por carecer de recursos que nos permitan pagar otra realidad con mejor cara.


Y en ese circo global, en que se aplaude a quien en realidad nos está estafando con su escaso talento, riendo de los malos chistes de quien maneja el espectáculo, marcando el tiempo y ritmo de nuestros aplausos y gesticulaciones. En ese bizarro show, somos el conejo dentro del sombrero y el espectador estupefacto ovacionando nuestra propia muerte, a la vez.


La obra pictórica de Badial, no es imparcial ni apacible, es realmente combativa, sus cuadros desde el limitado espacio de la pared de donde emergen, nos observan y cuestionan, nos espetan, arrojando a nuestra cara esa otra realidad sin maquillaje, esa en que la muerte y el dolor son la constante. Y nos observa con la mirada de un payaso de risa irónica y burlona, desde las letras póstumas del suicida, desde las entrañas mismas expuestas al escrutinio de los paseantes, nos advierte con impaciencia de alarido, del engaño a que estamos sometidos en un mundo mediatizado, en donde las contradicciones se desvanecen con sutiles pinceladas de normalidad, y a esto precisamente, el responde con sus trazos oscuros, bruscos, agresivos, buscando con ello desprender el velo opaco de ese mundo de ficción en que se nos quiere hacer vivir, usando el arte como vehículo de resistencia y solidaridad con el verdadero ser humano, el que construye la vida diaria con su aflicción.


El arte, se dice, es espejo del espíritu, y en él nos reflejamos.


Y en este caso, es la puerta que el artista deja entreabierta para dar salida a las criaturas cautivas que habitan en su interior. Para así, librar la batalla pendiente con la bestia omnipresente, que nos devora a cada momento. Es el vehículo para vencer el miedo, y destripar al enemigo.



Eduardo Lemus

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Seguidores

Visitas