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sábado, 24 de octubre de 2009

KRISTOS

Hoy que el miedo, duerme a tu lado. . .





Eduardo Lemus

Suenan las cuerdas de una guitarra, obsesivamente afinadas y golpeadas con vehemencia, como si con ello se quisiera exorcizar de sus demonios quien así las azota, pareciera que a través de ellas castigara todo lo que torcido e injusto se encuentra a su alrededor.
Y empiezan a fluir las notas y las frases emitidas por una voz melancólica y profunda, que nos enfrenta a sus fantasmas, sus anhelos, sus vacíos. Y es así que te reflejas en su espejo un tanto oscuro e irregular, pero que refleja con nitidez perfecta.

“Tengo miedo de seguir, condenado a esta prisión, sumergido en tanta mierda, que no me deja vivir, por ejemplo el racismo, el dinero y el poder, la mentira, la venganza, la violencia y el deber. . .”, grita y le acompañas, combatiendo juntos a los mismos perros, esos que nos impiden crecer, los que se tragan nuestra fuerza y exprimen nuestro talento.
Es Kristos armado con su guitarra, tras una nariz de payaso y unas gafas oscuras, quien ametralla nuestros oídos, pregonando sus desencantos y advirtiéndonos de sus errores, invitándonos a compartir su soledad y padecer su existencia para así hacer la carga más leve. Y el bombardeo se prolonga, te absorbe y lo absorbes, hasta volvernos irreconocibles, se genera una identidad maestra que nos subsume y nos hace identificarnos cada uno en los demás, y nos encontramos a nosotros mismos en cada palabra emitida “no existes fuera, si no existes dentro. . .”, escupiéndonos a la cara todo el conformismo al que estamos sometidos y hemos aceptado como normal “estamos acostumbrados a vivir por vivir, a soñar por soñar, a hablar por hablar, a robar por robar, a matar por matar. . .”, en fin nos captura en su lente, ahí sentados, como observadores pasivos de nuestra propia vida.

Kristos Lezama puede considerarse un cronista de su tiempo, un asimilador del conflicto humano, con sus contradicciones y aciertos, el amor y desamor, la soledad y las ganas de transformar la makinaria que nos domina. Proclama en sus canciones la afirmación de la autonomía propia y ajena, “si te sabes gobernar, ¿para que votar para que te gobiernen?. . .”, y al mismo tiempo la dependencia de uno con respecto a los demás, esa relación disímbola e indispensable, ser uno mismo a pesar de los demás, o mejor dicho gracias a los demás “yo sigo siendo el mismo, pero abandonado. . .”, y de eso, es muy difícil salvarse “no escaparas”.

Kristos ha llegado aquí a recordarnos que aun podemos salir y enfrentarnos a nuestros miedos, esos que nos atan a una vida sin sobresaltos y de certezas, y nos dice que aun es posible otro sueño, “hoy que el miedo duerme a tu lado”, a nuestro lado.


El Kristos, la persona, el artista.

La música de Kristos la conocí buceando, en ese mar llamado web, “la supertelaraña”, uno de esos días que se dispone de un poco de tiempo libre y motivado por la necesidad de encontrar alternativas al tedio cotidiano, a la rutina.

“Cuando nos conocimos” fue la primer canción que escuche, y realmente me pareció interesante su espontaneidad y la honestidad que reflejaba, sin frases rebuscadas y ensambladas a la fuerza, de esas que por querer decir no dicen nada, o por querer investir de misterio y originalidad lo único que muestran es mediocridad y dan cuenta de un esnobismo cursilón. La primer impresión fue de simpatía, convirtiéndose poco a poco en franca identificación con el susodicho cantador, la cual fue agrandándose conforme fui descubriendo el resto de su trabajo, las ganas de vivir y a la vez el miedo a fracasar en el intento, la necesidad de denunciar y de proclamar que se existe a pesar de todo, en fin el conflicto personal y cotidiano que representa el paso por esta vida. Más tarde, cuando pude conseguir su disco”Los mismos perros el mismo hueso”, me di cuenta que sus canciones forman en su conjunto una declaración de principios y una invitación a la resistencia cotidiana.

Kristos no es un improvisado, ha recorrido ya bastantes caminos con su guitarra a cuestas y su morral lleno de expectativas, armado con las herramientas que la calle -sobretodo la calle- y la constancia le han proporcionado, en la búsqueda de foros en donde poder pregonar sus desdichas. Después de una serie de migraciones vino a parar en Cuernavaca, en donde se estableció y en donde han transcurrido la mayoría de sus historias que después nos comparte; ha sido cantante callejero en los camiones y a la vez a participado en festivales de cantautores -roleros se autodenominan-, a sabido de los riesgos y peligros que deparan las grandes ciudades como cuando le robaron su guitarra a punta de navaja o cuando estuvo a un pelo de ser linchado por los pasajeros de un camión al sospecharlo cómplice de los asaltantes que los acababan de dejar limpios, en fin sabe de lo que habla, o de lo que canta mejor dicho. Él dice estar influido por músicos como Rockdrigo y Jaime López “los rupestres”, pero encuentro en él, también un mucho de ese espíritu de irreverencia que ha traído el punk, el primer punk, el que peleo mil batallas y que ayudo a crecer a esa generación a la que precisamente pertenece, a la que pertenezco.

Después de los hechos suscitados a raíz de la manifestación del 28 de mayo del 2004, contra la cumbre ALCUE, en esta Guadalajara de mis sinsabores, (represión, detenciones, tortura. . .), lo contacté proponiéndole un evento para recaudar fondos para los presos caídos en esos tristes acontecimientos, y accedió, así fue como lo conocí personalmente. Algo que resalta en el, es su sencillez y amabilidad, una actitud muy espontánea pero a la vez un tanto introvertido, fanático de las mujeres bonitas, del tequila y un exquisito de la afinación –como él dice-, conversar con él es continuar la historia empezada en sus canciones, es una exploración continua del mundo a través de sus ojos, y al mismo tiempo interesado por la forma en que lo ven los demás, todo un personaje como diría Fernanda Martínez, su colega en ese irregular camino de la cantada con voz propia, después de eso solo nos faltaba verlo en el escenario, transformado en un personaje de si mismo y de los monstruos que lo habitan, con las piernas convertidas en péndulos que sirven de contrapeso al costal de historias que va esparciendo.

En resumen este es el viaje de alguien que sube al escenario y nos lleva en su vuelo por medio de su historia convertida en canción. Kristos representa hoy una alternativa congruente y sobretodo ‘genuina’ en el medio musical, comparable a los que en otras latitudes están surgiendo inspirados por las mismas ansias de gritar al mundo su versión del mismo y marcar su huella, como manchas que salpican la textura lisa que a resultado ser el mundo globalizado.


Publicado en la revista La Rueda No. 7, Invierno 2004-2005.


Este texto estaba hospedado en Geocities el cual desaparece este mes.

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